(Isla de los Cabellos, Artigas, 1908-Montevideo,1996)
Alba Roballo (Isla de los Cabellos, Artigas, 1908-Montevideo, 1996) fue abogada, política, luchadora social y poeta. Pasó su infancia entre Salto y Artigas. Luego viajó a Montevideo para ingresar a la Universidad de la República, donde se graduó como abogada en 1939. Su actividad política era alternada con la escritura. Como política ocupó importantes cargos gubernamentales: fue diputada, senadora, presidenta del Concejo Departamental de Montevideo y Ministra de Cultura. Desde los cargos que ocupó impulsó muchos proyectos de contenido social, destacándose el del reconocimiento legal de la unión concubinaria. Promovió la llamada “Ley Madre” que marcó un cambio en la seguridad social de las mujeres en el Uruguay. Luchó para obtener mejoras sociales entre los sectores más vulnerables y para defender los derechos de las mujeres. En 1942, su primer libro Se levanta el sol, fue premiado por el Ministerio de Instrucción Pública. Recibió reconocimientos en el exterior, de los poetas Pablo Neruda y Alfonso Reyes. En 2010 la Administración Nacional de Correos, en la Serie de Mujeres Notables, emitió un sello en su memoria.
Vuelvo lentamente de hondonadas lejanas,
tendidas en los arcos humeantes de la tarde.
Traigo sobre mis hombros soledades sin nombre
y en mis lacios cabellos, silencio de los campos.
Me siguen grandes sombras de pausados caranchos.
Se apaga la llanura.
En el horizonte el poniente flamea
con silencio de muerte
tendiendo sobre el páramo sus bermejas banderas.
Ya la noche se hace.
La Cruz del Sur se prende
por vacíos tan anchos, por angustias sin términos
que así se parece
la testa de una cobra
que entre la maleza de los cielos me acecha
y seguirá a mi alcoba y subirá a mi lecho
cuando me tienda sola
a enlazarse a mis brazos
y a enroscarse en mi pecho.
Regreso lentamente, las grandes aves prietas
giran sus negros lampos sobre mi paso quieto.
Vengo de comarcas lejanas y sin términos,
llevo sobre mis hombros, soledades sin nombre,
y en mis lacios cabellos, silencio de los campos.
Me siguen grandes sombras de ávidos caranchos.
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